No conocía su condición. La vi desde el primer día, porque estaba en la habitación de enfrente, y en ese lugar las puertas corredizas de mantienen abiertas, o semi cerradas.
El marido de la mujer era simpático. Se rió de mi en un par de ocasiones.
Ella no me miraba directamente, ni yo a ella, aunque ambas nos habíamos visto.
En una de las ocasiones en las que levanté del sillón para ir a hacer algo, la vi del otro lado del pasillo. Estaba en la cama, de costado, con un camisón blanco estampado y me miró. Le sonreí y ella me devolvió una sonrisa.
El hombre me contó después cual era su estado...
Ella me había sonreído. Es lo único que recuerdo ahora.
¿Tiene la gente derecho a quejarse por pavadas y preocuparse por estupideces cuando alguien a quien ya no le queda nada, aún puede sonreír?
No sé. Espero que se tomen un tiempo para sonreír como esa mujer, cuyos minutos ya no podían ser desperdiciados y usó en segundo en mi.
fuente: http://clarisse-darkness.blogspot.com.es/
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