El mito del Viaje del Héroe es un arquetipo que cobra vida en el mundo interior de aquellos que se aventuran a explorar territorios y ámbitos más allá de los socialmente aceptados y conocidos. El Viaje del Héroe es la aventura de llegar a ser quienes de verdad somos; aventura que inevitablemente nos llevará a dejar atrás mundos conocidos para explorar lo desconocido, transformando nuestra visión del mundo y de nosotros mismos. Es un mito, una historia escrita en todas las culturas de todos los rincones del planeta desde que el hombre pisó la Tierra. Es un arquetipo que guía nuestros pasos.
El viaje del héroe es la historia común de aquellos que emprenden un viaje en busca de un sentido más trascendente para sus vidas; de aquellos que necesitan y se atreven a ir más allá de los límites; de aquellos que se atreven a saltar al vacío, aquellos que renuncian a mayor bienestar físico por mayor integridad moral y humana; es la historia de aquellos que se atreven a cuestionar su realidad, su entorno y lo percibido como lo normal; aquellos que necesitan compartir con su entorno, con el mundo, algo que descubren en beneficio de todos; aquellos que se atreven a experimentar en si mismos más allá del rango conocido de experiencias humanas, para regresar y ampliar las posibilidades sobre el potencial humano; aquellos que se atreven a pensar y sentir diferente, a sacar una mano, un brazo, un pie y una pierna de la caja que limita su realidad para descubrir nuevas posibilidades vitales; aquellos que son tildados de locos, de raros, de diferentes, de incomprendidos, aquellos que se atreven a manifestar su verdadera naturaleza, aquellos que se atreven a ser ellos mismos.
En definitiva, aquellos que se atreven a manifestar su verdadera naturaleza divina y brillar como lo hace el sol sin miedo al qué dirán o a incomodar a otros en su mediocridad.
El viaje del héroe comienza con la “tierra baldía” de una vida carente de autenticidad.
Los viejos conceptos, ideales y pautas emocionales ya no encajan; se acerca el momento de traspasar el umbral.
La llamada a la aventura se presenta de muchas maneras a lo largo de los años, tanto sutiles como explícitas.
Es una llamada al servicio, a entregar nuestra vida a algo más grande que nosotros mismos, la llamada a convertirnos en lo que estamos llamados a ser, la llamada a realizar nuestro “designio vital”.
Algunos de los llamados a la aventura eligen ir.
Otros pueden estar luchando durante años con el miedo y la negación antes de poder trascenderlos.
Tendemos a negar nuestro destino por nuestra inseguridad, por nuestro miedo al ostracismo, por nuestra ansiedad y falta de coraje para arriesgar lo que poseemos.
En el fondo sabemos que cooperar con el destino aporta un gran poder personal y responsabilidad.
Si nos implicamos en nuestro destino, nos abrimos al designio del universo, que se expresa a través de nuestro designio personal.
Si nos negamos, continuamos sintiéndonos inquietos.
Después, como surgida de la nada, se presenta la guía: algo o alguien que nos ayuda a traspasar el umbral de la aventura.
Puede tomar la forma de voces dentro de las personas o de personas que nos guían y nos permiten ver el camino.
Cuando decimos sí a la llamada, traspasamos el umbral. Sobre ese momento de decisión, Buber dice: “E incluso esto no es lo que ‘deberíamos hacer’, más bien no podemos hacer otra cosa”.
En ese punto nuestra libertad y el destino se funden. “Aquí estoy. No puedo hacer otra cosa”, dijo Martin Lutero.
Atravesamos las puertas de lo desconocido hacia el vacío, un dominio carente de mapas. Comienza el peligroso viaje y nos encontramos con una serie de pruebas, peripecias y peligros.
Es un lugar de terror y oportunidad.
Si estamos verdaderamente comprometidos a seguir nuestro sueño, hay una fuerza más allá de nosotros y de nuestra voluntad consciente que nos ayuda a lo largo del camino y nutre nuestro crecimiento y transformación.
Unas manos invisibles guían nuestro viaje con una precisión infinitamente mayor de lo que sería posible si sólo interviniera nuestra voluntad consciente.
Campbell dice que es “la fuerza sobre natural” que ayuda a “los elegidos en medio de sus pruebas más penosas”.
A lo largo del viaje nos encontraremos inevitablemente con uno o más de estos retos supremos que ponen a prueba nuestro compromiso con el camino que hemos tomado y nos dan la oportunidad de aprender de los errores.
En los estadios postreros del camino cruzamos un umbral tras otro, soportando la agonía del crecimiento espiritual y rompiendo nuestras limitaciones personales.
Cuando emergemos del encuentro supremo ya no somos la misma persona; “tenemos algo más que ha crecido en nosotros”, dice Buber.
Finalmente, con la misión cumplida, regresamos trayendo el elixir que restaura la sociedad.
Es difícil dejar atrás la bienaventuranza de las últimas etapas del viaje, un estado de aventura suprema, para volver al lugar largo tiempo olvidado del que partimos, donde personas que son fragmentos de sí mismas imaginan ser totales.
Al volver resulta difícil integrar el duro golpe que suponen las preguntas razonables, los resentimientos y la buena gente que no llega a comprender.
Y regresamos únicamente para preparar el viaje siguiente; pero volvemos como seres nuevos y potentes, preparados para ponernos de nuevo al servicio de la comunidad.
Referencias: Joseph Campbell y el viaje del héroe.
“El Héroe de las Mil Caras. Psicoanálisis de un Mito“, publicado en el 1949.
Imágenes (a excepción de la última): Susan Seddon Boulet
Imágenes (a excepción de la última): Susan Seddon Boulet
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