Tu tienes el reloj, yo tengo el tiempo

“Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!”


Los Tuareg son un pueblo bereber del desierto del Sáhara. Para los occidentales son jinetes sobre elegantes camellos, viajeros en una tierra infinita, los últimos pueblos libres sobre nuestro planeta. La realidad es que los Tuareg son los Nómadas del desierto, los hombres azules, como se les denomina por sus ropas teñidas de azul índigo. Cuando se desplazan cubren las necesidades de los animales y las suyas propias en el camino, puesto que viven en unidades familiares extensas las cuales van siguiendo a los grandes rebaños a su cargo.


Las mujeres Tuareg, llevan el dorso descubierto, por ser mayoritariamente de fe musulmana- y a diferencia de cuanto tienen l mayoría de grupos islámicos, gozar de una cierta libertad e importancia en la comunidad porque a ellas se les confía la custodia y la transmisión de las tradiciones orales. Además las mujeres pueden divorciarse del marido que, en este caso pierde prácticamente todo, porque las tiendas son propiedad de las mujeres.

Tu tienes el reloj, yo tengo el tiempo:
Es el titulo que encabeza este post, a la vez que la hermosa entrevista a un joven tuareg, la cual podemos disfrutar en el siguiente vídeo o al final del post.


La estructura familiar de los Tuareg es de tipo matrinilear, pero no matriarcal, herencia de los antepasados bereber, mientras la estratificación en castas, viene de la cultura árabe-musulmana. Fueron de hecho los mercados árabes los difusores de la religión islámica, bajo la población bereber, los cuales venían confiados los tráficos comerciales, las rutas transaharianas. Fue así como los Tuaregh se iniciaron a transportar mercaderías moviéndose en el desierto con caravanas y dromedarios.

Las antiguas travesías en el desierto son hoy recordadas en las tribus con el rito del té. Un tiempo consumada la tarde cerca del campamento y preparado tres veces. Una paras los anfitriones, otro para uno mismo y uno para Allah. Esta tradición ha sido hoy pospuesta, y a las tres diversas maneras de hervir, corresponde además tres diferentes grados de azúcar, asociados a tres grandes emociones, intercambiables en orden, según la propensión y el humor del oficiante. El primero se sirve fuerte, como el amor, el segundo amargo como la vida, el tercero dulce como la muerte.



Los Tuareg son llamados los “hombres azules”, a causa del turbante índigo (“taguelsmut”), llevado por los hombres, y que deja descubierto solo los ojos y y se vislumbran los trazos de la piel . los “taguelsmut” tienen diferentes colores según a la clase social a la que pertenecen, el azul el índigo para los nobles, negro para la gente común, blanco para los esclavos.

Los “taguelmust” no solo tienen funciones prácticas, como la protección del sol, si no también simbólicas. Su uso de hecho se acompaña de timidez, difundida a explicar la verdad de los pueblos del Sáhara. A mostrar en público la boca por temor de inhalar los espíritus malignos.
Su cultura ha mantenido el culto de algunos mitos antiguos, tras cuyas las diosas progenitoras Tin-Hinan, de los camellos Fakrou o del mítico héroe fundador Amerolais.

Los Tuaregh son hábiles artesanos y creadores de joyas.

CRUZ TUAREG DE AGADEZ

Las cruces tuareg se usaban en un principio para identificar al portador de la cruz , a modo de pasaporte, a una de las más de 40 familias tuareg originales. Cada cruz tiene un nombre que las identifica ( Ingal, Agadez etc..). Simbolizan la cruz del sur como guía de los cuatro puntos cardinales en el desierto del sahara.  El material utilizado para la fabricación de estas cruces se denomina "plata tuareg" de una mezcla de plata y nikel. 




  




"TU TIENES EL RELOJ, YO TENGO EL TIEMPO" 

entrevista realizada por VÍCTOR-M. AMELA a: MOUSSA AG ASSARID,

No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, sin papeles...!

Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo

- ¡Qué turbante tan hermoso...!

- Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.

- Es de un azul bellísimo...

- A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados...

- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?

- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color del mundo.

- ¿Por qué?

- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.

- ¿Quiénes son los tuareg?

- Tuareg significa "abandonados", porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.

- ¿Cuántos son?

- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo.

- ¿A qué se dedican?

- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio...

- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?

- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.

- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?

- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!

- ¿Sí? No parece muy estimulante. ..

- Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas.... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.

- Saber eso es valioso, sin duda...

- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!

- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?

- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!

- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?

- Vi correr a la gente por el aeropuerto.. . ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro...

- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...

- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida: vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.

- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?

- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y all, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...

- ¿Tanto como eso?

- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.

- ¿Qué pasó con su familia?

- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: mi madre estaba ayudándome...

- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?

- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...

- Y lo logró.

- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.

- ¡Un tuareg en la universidad. ..!

- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele.

- Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?

- Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenes, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!




- Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.

- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...

- Fascinante, desde luego...

- Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor...

- Qué paz...

- Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.

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