La piedra de la paciencia



"En la mitología persa, “Sangue Sabur” (la piedra de la paciencia), es una piedra mágica a la que uno le cuenta sus desgracias, sus sufrimientos, sus miserias, para confiarle todo lo que no nos atrevemos a revelar a los demás. 
La piedra escucha, absorbe como una esponja todas las palabras, todos los secretos, hasta que un buen día explota.
Y ese día, uno queda liberado..."


‘La piedra de la paciencia’ cuenta la historia de una mujer afgana, cuyo marido se queda en estado de coma en plena guerrilla tras haber sido herido en una disputa. Ella se ve envuelta en una difícil y complicada situación a la que se suma la responsabilidad de cuidar de sus dos hijas, de las que a partir de ahora tendrá que hacerse cargo ella sola. Totalmente desesperada por la pérdida de su esposo, y sin ningún apoyo, decide acudir a la ayuda de su tía, una mujer liberada, y la única persona que puede proporcionarle esperanzas.

Con el objetivo de sacar a la joven de su profunda angustia, su tía le cuenta la leyenda de ‘La piedra de la paciencia’, un objeto que escucha todas tus inquietudes y que debe destruirse para deshacerse de todos tus problemas. Tras escuchar esta historia, la protagonista se dirige a su casa decidida a deshacerse de todo aquello que le hace sentirse prisionera e infeliz. En este proceso aparecerá en su vida un joven soldado por el que sentirá una fuerte atracción, lo que acrecentará aún más sus conflictos internos.


Sensual y espeluznante, la vida y la muerte se van cruzando entre sí sin descanso y con furia.  'La piedra de la paciencia' resulta hipnotizadora, una versión moderna de los cuentos de Sherezade y una parábola sobre el sufrimiento de las mujeres afganas.

La luminosa y extraordinaria interpretación principal de Golshifteh Farahani es lo que principalmente distingue a esta ambiciosa adaptación de un best-seller ganador de premios.


Muchas veces las palabras no explican con claridad lo que sentimos, es inútil tratar de explicar aquellas cosas que se encuentran en el fondo del alma, sin el temor de decir la palabra (o saeta) incorrecta... otras veces, tememos el agobiar o hacer de las personas que queremos un saco de descarga para ello, cuando a veces son pequeños periodos que pasan y que la gente que mas queremos sabe que estamos allí para todos los momentos en los que nos necesiten...los persas lo sabían, utilizaban su "sangue sabur" cuya traducción seria "La piedra de la paciencia" era una roca que se cogía entre ambas manos en algún lugar estando solos, lejos de todos y con la roca entre las manos, comenzaban a contarle todas las vivencias, palabras, sufrimientos y pensamientos que nunca se atrevían a decirle a nadie...cuenta la leyenda que la piedra absorbía todo el dolor, el llanto, la pena, la culpabilidad de su dueño y que algún día la piedra estallaría liberando a su portador de esa carga moral y de todo sufrimiento... no sé si a alguien le estallaría la piedra entre las manos o la encontrase hecha polvo al amanecer... lo que si sé, es que al menos, podrían sentirse escuchados.

El poder de las palabras es descomunal, peligroso, casi religioso, como el poder de un "si" o un "no", el poder de cambiar el camino de una persona (o cambiar el nuestro) al dar una respuesta, nos deberia de hacer pensar en escoger con cuidado en los momentos importantes lo que vamos a decir y lograr la conjunción perfecta con lo que sentimos.. no por ello debemos callar, ni dejar de actuar, simplemente ser honestos, sinceros y libres, siempre fieles a nuestro corazón y al instinto que de una manera u otra nos indica lo que nos hace felices. ¿Destino? No lo sé... Cuenta una leyenda japonesa que al regresar de China, Kakúa (Uno de los primeros maestros del budismo Zen) fue llamado por el emperador y le pidió que le contara acerca de toda la sabiduría que había acumulado en China. Kakúa extrajo su shakuhachi (flauta de bambú), y toco una melodía, le hizo una reverencia y se fue. El emperador comprendió lo que quería decir... no siempre se requieren palabras...

A lo largo de la vida el arte ha estado allí, en todas sus manifestaciones dándonos entre su constante fluir por la historia, revelándonos el alma de su creador. Otra antiquísima leyenda persa contada por el poeta Hafiz, dice que Dios hizo una estatua de barro a su semejanza, pero cuando quería insuflar alma a esta estatua, esta no se dejaba atrapar, pues quería ser libre, no quería ser ni limitada ni atada, el alma no quería entrar en el cuerpo, porque le representaba una prisión. Dios pidió a sus ángeles que tocaran música, cuando lo hicieron, el alma se sintió extasiada y quería vivir la música directamente, y entró al cuerpo.

Por ello tal vez, (por la naturaleza libre del alma y según los persas, la tragedia que es para el hombre la presencia de ese deseo de libertad), hombres y mujeres a través de la historia vivimos esa necesidad de hablar, de escribir, de cantar, de pintar, de ejercitarnos, de amar, de viajar, de descansar de la rutina, haciendo algo que nos de estar a solas con nosotros mismos escuchándonos, comprendiendonos... para poder salir y dar lo mejor de nosotros a los que queremos con el corazón limpio y convivir con el mundo en paz, reflexionando en acción y reacción manifestándonos en palabras y actos acordes al alma, la conciencia y el amor.

Demos una oportunidad aunque sea minúscula al espíritu... de ser libre.


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