Saberse diferente es una desgracia. Saberse diferente cuando se es adolescente, una catástrofe. Descubrir que otros también son raros es una esperanza, pero conseguir llegar hasta ellos y compartir sentimientos, un objetivo inútil.
Así describe Paolo Giodarno la adolescencia y juventud de Alice y Mattia cada uno con un secreto a cuestas, una dolorosa culpa que les sella los labios, les ata los brazos y les cierra los ojos ante la posible intimidad con el otro. Ese pecado del pasado, que nunca sabremos si sucedió o no, además les obliga a castigarse: Alice vive dominada por la anorexia y Mattia se autolesiona las manos con todos los objetos punzantes que encuentra. Pero a pesar de negarse la felicidad, o el simple bálsamo de la compañía, nunca encontrarán la paz porque nunca el dolor es suficiente para llenar el inmenso vacío en el que viven. La soledad es el sentimiento que destila toda la novela, y la incapacidad, incluso física, de conectar con los demás, ya sean sus padres, amigos, o compañeros de trabajo. El autor describe con preciosas metáforas estas murallas interiores: las palabras de los otros son “lenguas de humo” y los secretos familiares “ganzúas por donde entra la vida y hace palanca”.
Alice y Mattia se reconocen, se saben solitarios y sospechosos y se comportan como dos satélites dando vueltas, cercanos pero imposibles de estar juntos, si no es en una colisión que inevitablemente les destrozaría. O como Mattia, con su extraordinaria inteligencia matemática los clasifica: “dos números primos gemelos, solos y perdidos, próximos pero nunca juntos”
Fragmentos:
"En primer curso de la universidad había estudiado ciertos números primos más especiales que el resto, y a los que los matemáticos llaman primos gemelos: son parejas de primos sucesivos, o mejor, casi sucesivos, ya que entre ellos siempre hay un número par que les impide ir realmente unidos, como el 11 y el 13, el 17 y el 19, el 41 y el 43. Si se tiene paciencia y se sigue contando, se descubre que dichas parejas aparecen cada vez con menos frecuencia. Lo que encontramos son números primos aislados, como perdidos en ese espacio silencioso y rítmico hecho de cifras, y uno tiene la angustiosa sensación de que las parejas halladas anteriormente no son sino hechos fortuitos, y que el verdadero destino de los números primos es quedarse solos. Pero cuando, ya cansados de contar, nos disponemos a dejarlo, topamos de pronto con otros dos gemelos estrechamente unidos. Es convencimiento general entre los matemáticos que, por muy atrás que quede la última pareja, siempre acabará apareciendo otra, aunque hasta ese momento nadie pueda predecir dónde."
“Mattia tenía razón: uno tras otro, los días se habían deslizado sobre la piel como un disolvente, llevándose cada uno una finísima capa de pigmento del tatuaje de Alice y de los recuerdos de ambos. Los contornos, igual que las circunstancias, seguían allí, negros y bien perfilados, pero los colores se habían mezclado y desvaído hasta acabar fundidos en un tono mate y uniforme, en una neutral ausencia de significado.”
“Casi nunca miraba a los alumnos. Sentía como si aquellos ojos claros que ellos clavaban en la pizarra y en su persona pudiesen desnudarlo. Se limitaba a escribir sus fórmulas y ecuaciones y a explicarlas como si se las explicara a sí mismo. En aquella aula enorme, desproporcionada, la docena de estudiantes de cuarto curso que asistían a sus clases de topología algebraica se sentaban en las tres primeras filas, más o menos en los mismos sitios siempre, dejando uno vacío en medio, como él mismo hacía cuando iba a la universidad, aunque en ninguno de aquellos alumnos se reconocía en absoluto.”
La soledad de los números primos. Paolo Giordano
Trailer: La soledad de los números primos
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