Qué tienen en común ciudades como Madrid, Lisboa, Dublin, Roma o Atenas?
No son las cantidades de desempleados, ni la deuda, ni los recortes sociales, lo que hace iguales a estas y a todas las ciudades de Europa son las respuestas de sus gobiernos ante los conflictos sociales: La represión brutal y desmedida de sus fuerzas armadas, llámense anti disturbios, carabinieri, policía, ejército o mossos d'esquadra, que tiene una magnitud directamente proporcional a la impunidad de sus actos.
En toda Europa se está demostrando una y otra vez que la democracia ya no es necesaria, o mejor dicho, que nunca lo ha sido. La famosa Europa democrática ha sido tan solo un espejismo, una ilusión óptica fruto del cansancio, de la sed de justicia y del agotamiento de las mentes lúcidas que tras años de vivir en el desierto terminan por ver lo que quieren ver mas no lo que es real.
Es demasiado triste tener que decir que Franco, Hitler, o Mussolini -desafortunadamente- aún no son parte de la historia. Y no lo son porque si miramos al interior de muchos partidos políticos europeos descubrimos que se les añora y se les venera como a héroes vivos que jamás se pueden dejar caer en el olvido; cuando llegan las elecciones vemos crecer los partidos de extrema derecha; cuando los mismos de siempre, esos que no han perdido la sensibilidad social ni se han dejado corromper por el sistema, salen a la calle a reclamar justicia para los marginados, se les ultraja, reprime y tortura como a herejes y la sociedad sigue tan campante como si de verdad merecieran tales tratos.
Es válido preguntarse hoy día qué tipo de conciencia tiene nuestra sociedad, esa que se jactaba de ser europea y de diferenciarse de la norteamericana, esa a la que hoy sólo le falta la segunda enmienda y un arma en la guantera de cada coche. Y no es que la conciencia se haya perdido, porque esas no son cosas de las que se dejan mal puestas y luego no recordamos el lugar exacto dónde las hemos dejado; es simplemente que la comodidad la ha adormecido y me temo que cuando despierte va a ser justo en ese momento en el que ya no haya nada qué hacer, justo después de ese fatídico instante que temíamos durante la guerra fría, precisamente después de que se haya oprimido el botón y la gran bomba explote sobre nuestras cabezas para recordarnos que la democracia si que era una cosa necesaria aunque nos hayamos acostumbrado a vivir sin ella.
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