Ser libre es asumir el riesgo de equivocarse y aceptar con humildad el error. Ser libre es superar la moda, los tabúes, los prejuicios y animarse a vencer los condicionamientos.
Ser libre es conocerse a uno mismo, tomar conciencia de aquello que se puede dar y luchar por hacerlo realidad. Ser libre es aceptarse como uno es, teniendo la valentía de cambiar aquello que se puede mejorar.
Ser libre es asumir la responsabilidad de los propios pensamientos, palabras y actos.
Ser libre es ser auténtico, coherente y fiel a lo que uno debe ser. Ser libre es sacudirse las cadenas de la rutina y la imitación para vivir la vida de una manera única, original e irrepetible.
Ser libre es tener ideales magníficos, atreverse a soñar con metas altas; es animarse a cambiar y dar la vida en el cambio. Ser libre es enfrentar los desafíos de la vida como peldaños de una escalera: la escalera de la superación y la madurez.
Ser libre es vivir la audacia de creer, en un mundo incrédulo; de luchar, en un mundo que bajó los brazos; de esperar, en un mundo sin esperanza.
Por eso, ser verdaderamente libre es entregarse por amor a los demás. Por eso la verdadera libertad no es una meta; es una práctica: la práctica de emprender cambios positivos.
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