La vida



El mismo río de vida que circula por mis venas noche y día, circula por las venas del mundo y canta, en lo hondo, con pulso musical.
Y es una vida idéntica a la mía la que a través del polvo de la tierra alza su verde alegría en innúmeras briznas de hierba, y estalla en olas tiernas y furiosas de hojas y flores. 
Y la misma vida, hecha flujo y reflujo, mece al océano, cuna del nacimiento y de la muerte. Mis sentidos se exaltan al tocar esta vida universal.
Y siento la embriaguez de que sea en mi sangre donde en este momento palpita y danza el latido de la vida que huye a través del tiempo.

Rabindranath Tagore, La vida.
Imagen: Gregory Colbert.

El silencio de las sirenas



Existen métodos insuficientes, casi pueriles, que también pueden servir para la salvación. He aquí la prueba: 

Para protegerse del canto de las sirenas, Ulises tapó sus oídos con cera y se hizo encadenar al mástil de la nave. Aunque todo el mundo sabía que este recurso era ineficaz, muchos navegantes podían haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atraídos por las sirenas ya desde lejos. El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones más fuertes que mástiles y cadenas. Ulises no pensó en eso, si bien quizá alguna vez, algo había llegado a sus oídos. Se confió por completo en aquel puñado de cera y en el manojo de cadenas. Contento con sus pequeñas estratagemas, navegó en pos de las sirenas con alegría inocente. 

Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas. 
En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quien sólo pensaba en ceras y cadenas, les hizo olvidar toda canción. 

Ulises (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él estaba a salvo. Fugazmente, vio primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo más acerca de ellas. 

Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises. 

Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapó. 

La tradición añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo.

Franz Kafka. El silencio de las sirenas
Imagen: John William Waterhouse

Un mundo feliz



"- La población óptima está sobre un modelo de Iceberg: ocho de nueve partes debajo de la línea de flotación, y una de nueve partes por encima.
- ¿Y ellos son felices debajo de la línea de flotación, en detrimento de este horrible trabajo?
- Ellos no lo encuentran como tal. Al contrario, les gusta. Es ligero, y es de una simplicidad infantil. Sin esfuerzo excesivo ni de espíritu ni muscular. Siete horas y media de un trabajo ligero, nada cansador, y enseguida la ración de soma, deportes, copulación sin restricción, y el Cine Sentido. ¿Qué más podrían ellos pedir?"

"- Pero yo no quiero la comodidad. Yo quiero a Dios, quiero la poesía, quiero el verdadero riesgo, quiero la libertad, quiero la bondad. Quiero el pecado." 


ALDOUS HUXLEY.- UN MUNDO FELIZ (1932)

El 26 de julio de 1894 nacía en Godalming (Inglaterra) Aldous Leonard Huxley, uno de esos escritores difícilmente catalogables pese a que las apariencias puedan indicar lo contrario. De hecho, Huxley practicó a menudo el género del ensayo -hay quien considera que sus novelas son eso, ensayos narrados- y recuerdo que en mi juventud lo estudiábamos no sólo en Literatura sino también en Filosofía.

Su enorme bagaje cultural le venía de familia (que además le hizo estudiar en Eton), mientras que la actitud vital, más bien pesimista, probablemente derivaba tanto del suicidio de su hermanastro como de la ceguera que sufrió desde muy joven y de la que se recuperó parcialmente, tras un largo proceso de rehabilitación -de todas formas había aprendido Braille-. Esta afección, sin embargo, no le impidió licenciarse en Literatura Inglesa y trabajar inicialmente como profesor y crítico teatral mientras iba publicando libros de poesía. Luego, en la década de los veinte, se fue decantando por la prosa.

Tras casarse con Marie Nys se convirtió en un viajero incansable, visitando Europa (España incluida), EEUU, América Central, Túnez, y el sudeste asiático, y estableciéndose en Italia ya con dos novelas en su currículum que criticaban sin piedad el esnobismo de la clase intelectual de la época. Pero en 1932, trasladado a Francia, llegó su obra maestra, la que le dio fama y por la que se le conoce aún hoy: Un mundo feliz (Brave new world).

Se trata de una fábula futurista en la que describe una sociedad estrictamente jerarquizada, no por el nivel económico de sus ciudadanos sino por su predeterminación genética, y en la que el uso de una droga llamada soma permite mantener el orden creando una ilusión de felicidad social. Se adaptó como serie de TV en los años setenta y aquí tuvo cierto éxito.

La siguiente fase de la obra literaria del autor, coincidiendo con su establecimiento definitivo en EEUU, fue el ensayo, con predominio de la temática religiosa, seguida inmediatamente, ya en la segunda mitad de la década de los cincuenta, de un interés especial por las drogas: fascinado por la capacidad experimental de la mescalina y el LSD, Huxley abrió el camino de lo que poco después fue una moda, la psicodelia, y lo plasmó en un libro cuyo título originó una expresión que se hizo muy popular, Las puertas de la percepción.

También escribió guiones para el cine y se vio influenciado por la ‘caza de brujas’ del senador McCarthy, algo que plasmó metafóricamente en otra de sus obras más conocidas, Los demonios de Loudun, basado en un acontecimiento histórico en esa localidad gala durante el siglo XVII: la histeria colectiva en un convento considerada entonces posesión demoníaca.

Huxley retomaría de nuevo su afición a viajar en un periplo por el África mediterránea que sirvió de despedida de su mujer, devorada por el cáncer. También él sufrió la enfermedad, falleciendo el mismo día del asesinato de Kennedy (23 de noviembre de 1963). Su última gran creación fue, en cierto modo, una revisión de Un mundo feliz, una novela en la que estuvo trabajando 5 años y cuyo manuscrito se salvó milagrosamente del incendio que destruyó la casa que tenía en Hollywood: La isla.


Henry Miller


"Si a los ochenta años no estás ni tullido ni inválido y gozas de buena salud, si todavía disfrutas una buena caminata y una comida sabrosa (con todo y acompañamientos), si duermes sin pastillas, si las aves y las flores, las montañas y el mar te siguen inspirando eres de lo más afortunado y deberías arrodillarte en la mañana y en la noche para darle gracias al Señor por mantenerte en forma. En cambio si eres joven pero ya tienes cansado el espíritu y estás a punto de convertirte en autómata, sería bueno que te atrevas a decir de tu jefe —en silencio, claro— “¡Al carajo con ese fulano, no es mi dueño!”. Si no te has quedado culiatornillado y si te sigue emocionando un buen trasero o un magnífico par de tetas, si todavía puedes enamorarte las veces que sea y si perdonas a tus padres por el delito de haberte traído al mundo, si te hace feliz no llegar a ningún lado y vivir al día, si puedes olvidar y perdonar y evitar volverte amargado, cascarrabias, resentido y cínico, hombre, ya vas ganando. 
Lo que importa son las cosas pequeñas, no la fama ni el éxito o el dinero. La cima es muy estrecha, pero abajo hay muchos como tú que no se estorban ni se molestan. Ni por un instante se te ocurra que los genios viven felices; todo lo contrario, dan gracias por ser del montón."

HENRY MILLER (1891-1980) - EEUU
Fragmento de "Al cumplir ochenta años" 

Henry Valentine Miller (Nueva York, 26 de diciembre de 1891 - Los Ángeles, California, 7 de junio de 1980), novelista estadounidense. Su obra se compone de novelas semiautobiográficas, en las que el tono crudo, sensual y sin tapujos suscitó una serie de controversias en el seno de un Estados Unidos puritano que Miller quiso estigmatizar denunciando la hipocresía moral de la sociedad norteamericana, criticando de paso el devenir de la existencia humana, desnudando su cinismo y múltiples contradicciones. Censurado por su estilo y contenido provocativo y rebelde en relación a la creación literaria de su época, sus obras influyeron notablemente en la llamada Generación Beat. Entre sus libros más destacados se encuentran: Trópico de Cáncer, Trópico de Capricornio, Sexus, Plexus, Nexus y El Coloso Marussi.

Haikus


Forma de poesía tradicional japonesa consistente en un poema breve, generalmente formado por tres versos, de cinco, siete y cinco moras respectivamente. Comúnmente se sustituyen las moras por sílabas cuando se traducen o componen en otras lenguas. La poética del haiku generalmente se basa en el asombro y el arrobo que produce en el poeta la contemplación de la naturaleza.




Haikus




Escribo, borro, reescribo,
Borro otra vez, y entonces
Florece una amapola.
(Hokushi)

Colinas secas:
Las nubes no traen agua,
Sino fantasmas
(Li Bo)

Hoy debe de ser
El día de mi nacimiento allí,
En el paraíso
(Joseki)

Desde el principio de los tiempos
Solo los muertos conocen la paz:
La vida no es sino nieve que se deshace
(Naudai)

Haikus contemporaneos:

Sombra de luna,
tras la maleza
un grillo canta bajito.

Gota a gota 
llega el desprendimiento:
rebosa el vaso!.

Con la rutina
rellenan sus agendas
los solitarios.

La lentitud 
implica degustar
cada milímetro.






La oveja negra



En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada. Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque. Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura. 

La muerte es cultura.

Augusto Monterroso (1921-2003) - Honduras
La oveja negra (Microrelato)